Hace miles de años, los toltecas eran conocidos en todo el sur de México como <mujeres y hombres de conocimiento>. La forma de comunicarnos es la llave para descubrir nuestro artista en esencia pura.
Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una raza, pero, de hecho, crían científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las practicas de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros (naguales) y estudiantes en Teotihuacán. La ciudad de las Pirámides en las afueras de la Ciudad de México, conocida como el lugar en que <el hombre se convierte en Dios>.
A la largo de los milenios los naguales se vieron forzados a esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en secreto. La conquista europea unida a un agresivo mal uso del poder personal por parte de algunos aprendices, hizo necesario proteger el Conocimiento de aquellos que no estaban preparados para utilizarlo con buen juicio, o que hubieran podido usarlo malintencionadamente para obtener un beneficio personal.
Por fortuna, el conocimiento esotérico tolteca fue conservado y transmitido de una Generación a otra por distintos linajes de naguales. Aunque permaneció Oculto en el secreto durante cientos de años, las antiguas; profecías vaticinaban que llegada el momento en el que sería necesario devolver la sabiduría a la gente. Ahora, don Miguel Ruiz. Un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, ha sido guiado para divulgar las poderosas enseñanzas de los toltecas.
El conocimiento tolteca surge de la misma unidad esencial de la verdad de la que parten todas las tradiciones esotéricas sagradas del mundo. Aunque no es una religión, respeta a todos los maestros espirituales que han enseñado en la Tierra, y si bien abarca el espíritu, resulta más preciso describirlo como una manera de vivir que se distingue por su fácil acceso a la felicidad y el amor.
Durante años pensé que me conocía hasta que descubrí que no era la verdad. Sólo conocía lo que creía sobre mí mismo. ¡Y entonces descubrí que no soy lo que creo que soy! Fue muy interesante, y también muy aterrador, descubrir que en realidad no conozco a nadie, y que tampoco me conocen a mí.
La verdad es que sólo sabemos lo que conocemos, y lo único que realmente conocemos es nuestra historia.
Pero ¿Cuántas veces has oído a alguien decir? "Conozco bien a mis hijos; ¡nunca harían algo así!" ¿Crees que realmente conoces a tus hijos? ¿Crees que realmente conoces a tu pareja? Bueno, probablemente estás seguro de que tu pareja no te conoce a ti. Tal vez está seguro de que nadie te conoce realmente, pero ¿en realidad te conoces a ti mismo? ¿Conoces realmente a alguien?
Yo solía creer que conocía a mi madre, pero lo único que sé de ella es el papel que le asigno para que actúe en mi historia. Tengo una imagen del personaje que representa el papel de mi madre. Todo lo que sé sobre ella es lo que creo de ella. No tengo ni idea de lo que tiene en su cabeza. Sólo mi madre sabe lo que es, y seguramente ella tampoco lo sabe.
Lo mismo es verdad para ti. Tu madre puede jurar que te conoce muy bien, pero ¿es verdad? No lo creo. Sabes que no tiene ni idea de lo que tú tienes en la mente. Sólo sabe lo que cree sobre ti, y eso significa que no sabe casi nada. Eres un personaje secundario a su historia, y desempeñas el papel del hijo o de la hija. Tu madre crea una imagen de ti, y quiere que te ajustes a la imagen que ella crea. Si no eres lo que ella quiere que seas según su historia, ¿adivinas qué ocurre? Se siente herida por ti e intenta que te ajustes a su imagen. Esa es la razón por la que siente la necesidad de controlarte. De decirte qué hacer y qué no hacer, de darte todas sus opiniones sobre el modo en el que debería ser tu vida.
Cuando sabes que sólo se trata de su historia, ¿por qué molestarte en defender tu punto de vista? No importa lo que digas; de todos modos no te creerá. ¿Cómo puede creer tu historia cuando no es su punto de vista? Lo mejor que puedes hacer es cambiar de conversación, disfrutar de su presencia y amarla tal y como es. Cuando te des cuenta, perdonarás a tu madre por cualquier cosa que te haya hecho, según tu historia, claro está. Únicamente mediante el acto del perdón tu relación con tu madre cambiará por completo.
Una vez que descubrí que la gente crea y vive su propia historia, ¿cómo podía seguir juzgándola? ¿Cómo podía tomarme personalmente cualquier cosa sabiendo que no soy más que un personaje secundario en su historia? Sé que cuando hablan conmigo, realmente están hablando con el personaje secundario de su historia. Y cualquier cosa que la gente diga sobre mí no es más que una proyección de la imagen que se han hecho de mí. No tiene nada que ver conmigo. No pierdo el tiempo tomándome las cosas personalmente. Centro mi atención en crear mi propia historia.
Cada uno de nosotros tiene el derecho de crear su propia historia, de expresarnos a nosotros mismos a través de nuestro arte. Pero ¿cuántas veces intentamos que los personajes secundarios de nuestra historia se ajusten a las imágenes y los papeles que creamos para ellos? Queremos que nuestros hijos sean como nosotros queremos que sean. ¡Bueno, pues malas noticias! Esto no ocurrirá nunca. Y cuando nuestra pareja no se ajusta a la imagen que creamos de él o de ella nos enfadamos o nos sentimos heridos. Entonces intentamos controlar a nuestra pareja; tenemos que decirle qué hacer, qué no hacer, qué creer, qué no creer. Incluso le decimos cómo andar, vestirse o hablar. Hacemos lo mismo con nuestros hijos, y se convierte en una guerra de control.
La vida en este cuerpo físico es muy corta, aun cuando lleguemos a vivir cien años. Cuando descubrí esto, decidí no perder mi tiempo en crear conflictos, en especial con las personas que amo. Quiero disfrutar de ellas, y lo hago amándolas por ser quienes son, no por lo que creen. La historia que La gente crea no es importante. No me interesa si la historia de mi madre no concuerda con la mía, la amo y disfruto de su presencia. Se no imponerle mi historia, no impongo mi historia sobre nadie. Respeto su historia, escucho su historia y no la censuro.
Si otras personas intentan escribir fu historia, significa que no te respetan. No te respetan porque consideran que no eres un buen artista, que no puedes escribir tu propia historia, aun cuando naciste para escribir tu propia historia. El respeto proviene directamente del amor; es una de las grandes expresiones de amor.
También me respeto a mí mismo y no permito que nadie escriba mi historia. Mi historia es mi responsabilidad; es mi creación. Yo soy el artista y respeto mi propio arte. Puedo comparar mi arte con el de otras personas, pero yo tomo mis propias decisiones y me responsabilizo de mi creación. Cuando me di cuenta por primera vez de que no me gustaba mi historia, pensé: "De acuerdo, el autor soy yo. Cambiaré mi historia". Lo intente y fracasé. Y lo volví a intentar y volví a fracasar muchas veces, porque estaba intentando cambiar todos los personajes secundarios de mi historia. Creí que si cambiaba los personajes secundarios, estaba cambiando mi historia, ¡y no era verdad en absoluto! El problema no reside en los personajes secundarios de nuestra historia. Lo que vemos en ellos no es más que una proyección de lo que creemos, y ése es un problema secundario. El problema más importante lo tenemos con el personaje principal de la historia. Si no nos gusta nuestra historia es porque no nos gusta lo que creemos sobre este personaje. Sólo hay un medio para cambiar nuestra historia, y consiste en cambiar lo que creemos sobre nosotros mismos.
Éste es un gran paso en la maestría de darse cuenta, Si eliminamos las mentiras que creemos sobre nosotros, las mentiras que creemos sobre todas las demás persona cambiarán casi como si fuera por arte de magia. Entonces los personajes secundarios de nuestra historia cambiaran, pero eso no significa que sustituimos a una persona por otra. Los personajes secundarios son los mismos, lo que cambia es lo que creemos sobre ellos. Esto cambia lo que nosotros proyectamos sobre ellos, y con ese cambio, el modo de relacionarnos con ellos también cambia. Y ese cambio propicia, a su vez, un cambio en el modo a que nos perciben a nosotros. Y con ese cambio, el personaje secundario que nosotros representamos en su historia cambia. Igual que una ola que hace ondas en el agua, nos cambiamos a nosotros, y todo lo demás cambia.
Tú eres el único que puede cambiar tu historia, esto lo consigues cambiando la relación que tienes contigo mismo. Cada vez que cambias el personaje principal de tu historia, como por arte de magia toda la historia empieza a cambiar a fin de adaptarse al nuevo personaje principal. Esto es fácil de demostrar porque, de todos modos, el personaje principal cambia, pero cambia por sí mismo, sin que te des cuenta.
La manera en la que percibes el mundo cuando tienes ocho o nueve años no es la misma que cuando tienes quince o dieciséis. Cuando empiezas la veintena, tu percepción vuelve a cambiar. Ves el mundo de una manera diferente cuando te acabas de casar, o cuando tienes tu primer hijo. Cambias lo que crees sobre ti mismo. Tu punto de vista cambia, el modo en el que te expresas a ti mismo cambia y tus reacciones cambian. Todo cambia, y el cambio puede resultar tan impresionante que parece que se trata de dos sueños distintos y de dos personas distintas.
También cambias los personajes secundarios de tú vida. El modo en el que ves a tu padre y a tu madre cuando tienes diez años cambia cuando tienes veinte, treinta cuarenta, y continúa cambiando. Cada día, vuelves a escribir la historia de nuevo. Tan pronto como te despiertas por la mañana, tienes que acordarte de qué día es. Tienes que acordarte de dónde estás y dónde está la historia antes de irte a dormir, sólo para continuar con la historia, con tu vida. Tienes que ir al trabajo, tienes que realizar cualquier actividad que estuviera planificada para ese día, y continúas escribiendo tu propia historia, pero sin darte cuenta.
Todo lo que forma tu historia está cambiando constantemente, incluso la historia que te cuentas a t mismo sobre quién eres. Hace veinte años. El cuentista te dijo quién eras, y tú te lo creíste. Hoy el cuentista te cuenta otra historia sobre ti mismo, y es completamente diferente. Por supuesto que el cuentista dirá "Oh, eso es porque tengo más experiencia, ahora sé mas ahora soy más sabio". No es más que otro cuento. Toda tu vida ha sido un cuento.
Si hablas sobre algo que te ocurrió cuando eras niño, tu padre, tu madre, tu hermano o tu hermana tendrán un cuento diferente. Esto sucede porque sólo compartimos el marco del sueño. Si dos de ustedes empiezan hablar sobre algo que ocurrió hace veinte años, podría sonar como si se estuvieran refiriendo a dos acontecimientos diferentes. Tu padre afirma: 'Esto es lo que ocurrió; ésta es la verdad' Y tú dices: 'No, no, no; estas equivocado. Esto es lo que realmente ocurrió' ¿Quién tiene razón y quien no la tiene? Bien, los dos tienen razón según sus historias.
Si cien personas perciben el mismo acontecimiento oyes cien versiones distintas de la historia y todo mundo afirma que su historia es la verdadera. Por su puesto, sólo es verdad para esa persona, y tu historia sólo verdadera para ti. Pero la voz del conocimiento empieza a buscar en todo lo que tienes en tu mente para darte la razón. Incluso buscas aliados externos a fin de que se unan a ti en tu cruzada para tener razón y hacer que la otra persona no la tenga ¿Por qué hacer ese intento para justificar lo que crees? No necesitas quitarle la razón a nadie porque ya sabes que, en su historia, tiene razón. En tu historia, tú tienes tazón. Entonces, la cuestión de tener tazón o de estar equivocado se ha acabado; ya no tienes que defender lo que crees.
Cuando alcanzamos este nivel de conciencia, resulta más fácil no tomarse personalmente lo que otras personas digan. Sabemos que todas las personas que nos rodean son cuentistas y que todas distorsionan la verdad. Lo que compartimos con la gente es sólo nuestra percepción; no es más que nuestro Punto de vista. Y esto es completamente normal, porque lo único con lo que contamos es con nuestro punto de vista. Así es como describimos cualquier cosa que presenciamos.
Nuestro punto de vista depende de nuestra programación, que consiste en todas las cosas que forman nuestro Árbol del Conocimiento personal. Nuestro punto de vista también depende de cómo nos sentimos emociona| y físicamente, y cambia de un momento al otro. Cambia cuando estamos enfadados o disgustados, y cambia de nuevo cuando estamos contentos. Nuestra percepción cambia cuando estamos cansados o hambrientos. Los seres humanos modificamos constantemente lo que decimos, nuestra manera de reaccionar, lo que proyectamos. ¡Incluso modificamos lo que dice cualquier otra persona!
Sabes, el modo en el que creamos nuestras historias (nuestros "cuentos") resulta muy interesante. Tenemos la tendencia a distorsionar todo lo que percibimos a fin de que esté en concordancia con lo que ya creemos, "arreglamos" para que esté de acuerdo con nuestras mentiras. Resulta asombroso el modo en el que lo hacemos. Distorsionamos la imagen de cada uno de nuestros hijos, distorsionamos la Imagen de nuestra pareja y distorsionamos la imagen de nuestros padres. ¡Incluso distorsionamos la imagen de nuestro perro o nuestro gato! La gente se me acerca y me dice: "Oh, he aprendido tanto de mi perro. Mi perro es casi humano. Ahora casi habla".
¡Y realmente eso es lo que quiere decir! ¿Cuántas personas llevan a su perro a un psicólogo para animales porque su perro tiene muchos problemas? ¿Ves de qué modo distorsionamos nuestra historia? La historia está basada en la realidad porque, si, tenemos una conexión emocional con nuestro perro, no es verdad que nuestro perro casi hable o que sea casi humano.
Cuando hablamos de nuestros hijos decimos: "Mis hijos son los mejores. Hacen esto y lo otro". Otra persona que esté escuchando tal vez diga: «No, mira los míos». Como artistas con un estilo propio, tenemos derecho a distorsionar nuestra historia, y, de todos modos. Esto es lo mejor que podemos hacer. La distorsión es nuestro punto de vista y tiene sentido para nosotros. Proyectamos nuestra historia, y viendo la distorsión, en ocasiones es posible regresar a nuestra propia verdad. Entonces, ¿quién dice que la distorsión de nuestra historia no es arte? Es arte y es hermoso.
Los seres humanos somos los cuentistas de Dios. Ay algo que existe en el interior, de todos nosotros que es capaz de interpretar todo lo que percibimos. Somos como los periodistas de Dios, intentamos explicar cualquier cosa que suceda a nuestro alrededor. Inventar historias forma parte de nuestra naturaleza, y ésa es la razón por la que creamos lenguajes. Esa es la razón por la que todas las religiones del mundo crean bellas mitologías. Intentamos expresar lo que percibimos y compartirlo, y esto es algo que sucede continuamente.
Cuando conocemos a alguien nuevo, queremos saber su historia casi de inmediato Le hacemos todas las preguntas clave: "¿A qué te dedicas? ¿Dónde vives? ¿Cuántos hijos tienes?» Esta interrogación es mutua. Apenas somos capaces de esperar para explicarle a esa persona nuestro punto de vista, para expresarle lo que sentimos, para compartir nuestra historia. Cuando experimentamos algo que nos gusta, queremos explicárselo a todo el mundo. Ésa es la razón por la que hablamos tanto con la gente. Incluso cuando estamos solos necesitamos compartir nuestra historia, y lo hacemos con nosotros mismos. Vemos una maravilla puesta de sol y decimos «¡Oh, qué puesta de sol más preciosa!» Nadie nos está escuchando excepto nosotros, pero de todos modos nos hablamos a nosotros mismos.
También tenernos la necesidad de conocer la historia de otras personas porque nos gusta comparar notas, o podemos decir que, como artistas, nos gusta comparar nuestro arte. Vemos una película nos gusta y le preguntamos al amigo que nos acompañó: "¿Qué te ha parecido la película?" Bien, quizá nuestro amigo tenga un punto de vista distinto y nos dice algo sobre la pella la que nosotros no vimos.
Muy rápidamente cambiamos de opinión y objetamos: "Bueno, la película no ha sido tan buena como creía". De este modo estamos intercambiando y modificando constantemente nuestra historia. Así es como se desarrolla el sueño de la humanidad. Nuestro sueño personal se mezcla con el sueño de otros soñadores y esto modifica el sueño más grande de la sociedad.
Estás soñando la historia de tu vida, y te aseguro que se trata de un arte. Tu arte es el arte de crear historias y compartidas. Si te conociera hoy, vería tu verdadero yo detrás de tu historia. Vería cómo la fuerza vital crea arte a través de ti. Tu historia podría ser el mejor guión cinematográfico para cualquier película porque todos somos unos cuentistas profesionales. Pero sé que cualquier cosa que me cuentes no es más que una historia. No tengo por qué creerla, pero puedo escucharla y disfrutarla. Puedo ir al cine para ver El Padrino, y no me lo creo, pero puedo disfrutar de ella, ¿no? Lo que estoy compartiendo contigo es el proceso personal sobre cómo recobré mi libertad personal. Estoy agradecido por la oportunidad de compartir mi historia, pero es sólo una historia y sólo es verdadera para mí. Algo que me parece muy interesante es que, cada vez que comparto esta historia, es diferente. Intento distorsionarla lo mínimo posible, pero incluso mi propia historia cambia. Si, a pesar de la distorsión, lo entiendes puedes compararla con tu propio arte.
En muchas ocasiones no vemos nuestra propia creación; no vemos nuestras propias mentiras. Pero, a veces, somos capaces de ver nuestra propia magnificencia en el reflejo de otra persona. Experimentando el amor de otra persona podemos ver cuán maravillosos Somos, De un artista a otro artista, quizá podamos ver que es posible mejorar nuestro propio arte.
Una vez que hemos cobrado conciencia para ver nuestra propia historia, descubrimos que existe otro modo de crear al personaje principal. Sin tomar conciencia no hay nada que podamos hacer, porque la historia es tan poderosa que se escribe sola.
Creamos la historia, le otorgamos nuestro poder personal y después la historia vive nuestra vida. Pero al darnos cuenta recobramos el control de nuestra historia. Ésa es la buena noticia. Si no nos gusta nuestra historia, nosotros somos los autores; podemos cambiarla.